miércoles, octubre 13, 2010

Te encontré en mi recuerdo.

Y estoy aquí, rodeada de este paisaje que fue escena de largo rato, aquí donde profundicé en la persona que eres; aquí dónde me enseñaste tus manías, tus debilidades, tus pasiones y tus gustos.
Un día en el que nos rodeaban cientos y cientos de caras sonrientes y emocionadas -así como si lo estuvieran por nosotros-. La bulla reinaba y las distracciones sobraban, pero ese día éramos sólo tú y yo. Ese día te lo dedique en su totalidad y tú me lo dedicaste a mí. Ese día la compañía del otro y el conocernos mejor entre nosotros, representaba una diversión mayor que el estar en el cine, jugar videojuegos… y mucho mejor aún que el estar en un grupo grande que no nos permitiera ser nosotros mismos.
Fue una experiencia que yo consideré mágica. Así como lo que te pinta Disney a la hora de visitar uno de sus parques, solo que esta magia no la traía el lugar sino la compañía.

Recuerdo que en un principio, al ver la cantidad de gente que había, quise proponer que huyéramos. Pero algo en mi interior quería permanecer aquí. ¿Cómo es posible crear una burbuja para dos personas entre el gentío? La verdad, no lo sé. Pero ese día éramos solo tú y yo por las caminerías, abriéndonos libre paso entre la gente sin tener que realizar el menor esfuerzo, riendo de las ocurrencias de algunas criaturas que corrían y gritaban, parecía su forma de celebrar su día, siendo niños felices. Nos parábamos a escuchar a algún predicador para luego opinar de su locura, criticar sus ideas e incluso reconocer que algo tan fuera de lugar como la total devoción a la religión pudo haberle salvado la vida. Nos deteníamos a ver cada lugar que debía tener animales y solo albergaba patos –porque en este parque el único animal que queda es ese… patos-

Heme aquí, sentada en un banquito, con vista a una buena parte del parque, rodeada de los cantos de los pájaros y algunos ruidos del que viene a hacer deportes o de las familias que quisieron venir a pasar el rato. Y no puedo sino observar momentos congelados por doquier, situaciones que quedaron guardadas en mi memoria.
Y es que estoy aquí y no estoy triste como supuse que estaría, no, estoy feliz… feliz porque atesoro recuerdos que no cambiaría jamás, porque fuiste parte de mi vida y porque aunque no lo sepas –ni yo lo quiera terminar de aceptar- eres parte de quién soy hoy.
Porque me cambiaste. Porque te volviste parte de un momento de mi vida. Porque me diste una nueva perspectiva de las cosas. Porque me hiciste conocer un montón de cosas nuevas. Porque me hiciste reír incontable cantidad de veces. Porque me sentí yo cuando estaba contigo. Simplemente por ser quien eres y haber estado en mi vida.

Sinceramente: Gracias...



Nada muere mientras permanezca en la memoria de alguien.
Así que te prometo, que por mí aquellos momentos vivirán por mucho tiempo más.
Victoria B.

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