domingo, octubre 09, 2011

Divagaciones y Conversaciones. (O viceversa)

Hay veces en que solo necesitas que te pregunten para soltar ese palabrerío que te tienes guardado entre pecho y espalda. Y hoy hubo alguien que se tomo la molestia de preguntarme.
Sin que tuviese que preguntar dos veces empecé a contar la base de mis problemas, aunque sin mucho detalle por la falta de confianza, pero ahí estaba yo, diciendo entre líneas mis muchas preocupaciones (Que si a ser honestos vamos, resultan tontas e infantiles). Mientras pensaba en cómo redactar aquellos párrafos en los que explicaba el porqué de esto y de aquello –sin ningunas ganas de hacer parecer estaba bien- me di cuenta de varias cosas, que minutos más tarde fueron tema de debate conmigo misma; otro de esos monólogos que me lanzo tres o cuatro veces por luna.

Cada vez me encierro más en mí misma. He construido una cueva desde la cual me aferro a un mundo que no deja de girar, de dar saltos y de cambiar sin pedirle permiso a aquellos transeúntes que  creen pertenecer a él.
Desde mi cueva hay cosas que se ven más claras, y muchas otras bastante más borrosas. Pero sin lugar a dudas, es una cueva fría y solitaria. He creado un submundo donde no confío en nadie más que en mi misma y esas rocas que me rodean y que me dan un sentimiento de seguridad.
En cuestión de meses he logrado encerrarme, enjaularme de tal manera que pocas cosas tienen sentido al ser narradas (ni vociferadas, ni bien escritas, podrían tener sentido alguno). ¿A quién le va a importar? ¿Qué me van a decir que no me hayan dicho en el pasado? No es por ser sabelotodo. No es porque yo sepa más que nadie y me vayan a repetir lo que ya sé (porque bien sabemos que mis conocimientos sobre 'la vida' son tan escasos como los de una lechuga -¡y vamos con las comparaciones a los vegetales! Son efectivas, lo admito-). Es porque ya me lo han dicho, y si algo sé: es escuchar. Escucho y memorizo. Las palabras se clavan en mi corazón y permanecen ahí tanto tiempo como mis propios pensamientos. Hay palabras que escuecen y hay pensamientos míos que me avergüenzan de si quiera estar ahí.
Porque a mí me resulta vergonzoso estar en esta situación. Una razón más para no hablar de la misma. Porque odio con todas mis fuerzas fallarme a mi misma de la manera que lo he hecho -y sigo haciendo-. Me humillo cual lacayo sin apellido ni vergüenza.
Podría escribir al menos cinco páginas de comentarios de esa índole que he mencionado a otras personas, comentarios y consejos que yo nunca tome en cuenta para mi persona. Pero como de costumbre, soy demasiado testaruda para hacerle caso a nadie, si quiera a mí misma. Es entonces cuando compruebo que sigo siendo una niñita inmadura, que quiere las cosas a su modo, que idealiza mundos imposibles, que espera soluciones que caigan del cielo; pero que sobre todas las cosas, sabe que nada es tan dulce en la realidad como en los sueños. Esta es una ínfima porción de la realidad que si tengo clara.

“No estás sola” deja entender, “siempre habrán amigos para ti”. La cuestión es, querido, que yo no quiero que estén ahí. Yo no quiero estar sola, no, pero tampoco quiero compañía. No espero que nadie lo entienda, pues a mí me cuesta explicarlo de alguna manera que si quiera a mi misma me parezca coherente.
Quiero que estén ahí, pero no quiero hablar de ello. Quiero sentirme acompañada, pero que no me agobien. Quiero compartir mis ideas, pero jamás divulgarlas. Quiero encaminar mis proyectos, pero no tengo bases. Quiero construir esas bases, pero necesito socios. Quiero conseguir esos socios, pero mi voz no es capaz de gritar por su colaboración. Quiero que mi nombre perdure, pero jamás ser mencionada. Quiero estar allá, pero no puedo dejar esto. Quiero gritarlo todo a los cuatro vientos, pero me da pánico que alguien llegue a conocerme de nuevo.
Quiero muchas cosas, demasiadas, y yo soy mi propia enemiga. Voy contra mi viento y mi marea. Hoy, gracias a esta conversación, me he dado cuenta de ello. ¿Haré ahora algo al respecto? ¿O seguiré labrando discursos heroicos en las paredes de mi cueva?
“¿Dejaré a alguien entrar algún día?” Me pregunté luego a mi misma. Después comprendí que estaba tomando, de nuevo, la dirección equivocada. El camino es hacia afuera. Hacia la civilización. Una sociedad llena de gente, algunos me conocen y otra vasta mayoría no, algunos me aprecian, otros me detestan y a muchos otros solo les resulto ‘agradable’, “si, la muchacha del pelo corto que sonríe y habla poco” “La amiga de fulanito/a” dicen otros.
Está de nuevo todo ese inmenso mundo de oportunidades abierto ante mis ojos. Estoy en el eje. Solo tengo que saltar. Estoy ahí, no he empezado nada, aún con 19 años tengo “toda mi vida por delante”, pues no he hecho nada con mi jodida vida. Tengo un millón de decisiones por tomar, de las cuales casi todas serán erróneas y otras pocas me llevarán por aquel camino lleno de enredaderas, pasadizos y tropiezos que sé que voy a amar al tener que atravesar. Porque si bien recordamos, no me gustan las cosas fáciles. Lo fácil me aburre, lo sencillo me desgana, y lo posible me duerme.

Aquí estoy yo, Victoria, una muchachita sumamente infantil de 19 años que vive en su mundo donde todo lo imposible, es su meta a seguir.


I’ve been reading Alice In Wonderland again, and this line Alice said to herself its SOO much like me:
"Good advice. If I listened earlier, I wouldn't be here. But that's just the trouble with me. I give myself very good advice, but I very seldom follow it"
No, certainly I would not be here at all if I'd listened to myself.




Victoria B.