jueves, septiembre 29, 2011

Un Sueño a Distancia.

Siempre es más fácil dar consejos desde afuera del problema. Siempre es más fácil ser objetivo cuando tus sentimientos no están de por medio.

Tengo muchos casos cercanos de amigas que están/quisieran estar/podrían estar en una relación con alguien que vive a miles de kilómetros de ellas. A todas las he dicho que es una estupidez. Nunca volverá a ser lo mismo, necesitas de las experiencias del día a día, el contacto físico con la otra persona, así sea para darles una palmada en la espalda cuando dicen alguna tontería. Una de las cosas más importantes para cualquiera de nosotros, es la comida. Cuando cuadramos ver a alguien, suele haber comida de por medio. Y no poder compartir eso con tu pareja, da muchas limitaciones.

Pues sí, les he dicho que lo dejen hasta ahí, que no tiene sentido si ya no viven cerca. Les he dicho que alguno de los dos terminará saliendo con alguien más. Que saldrán lastimadas. Les he dicho que no se involucren, que no puedes conocer a alguien de quien solo sabes por la 2.0, todos tenemos un lado oculto. A todas les he dicho que esa relación, basada en conversaciones escritas y video-llamadas por skype, no puede funcionar, que lo dejen hasta ahí.

Pero hoy me veo a mi misma, involucrada -lo suficiente como para escribir esto- con alguien con quien no puedo compartir una pizza, a quien no le puedo pegar cada vez que se mete conmigo, con quien los “Muere” nunca tienen el mismo sentimiento que en persona. Y no les cuento de la diferencia de horarios, eso es lo más difícil, eso y las limitaciones del día a día. Y por su puesto también el hecho de que solo podemos hablar cuando los dos estamos en la computadora.

Y sé a ciencia cierta que tendría que parar esto, al menos mis emociones. Porque él está allá y yo aquí, porque no me dejo a mi misma ver otras posibilidades con otros hombres. Porque aún a larga distancia él logró ocupar un puesto que pensé sería difícil de reemplazar. Porque añoro sus besos de tal manera que sería mejor olvidarlos y así no tendría que necesitarlos más nunca.

¿Se han fijado lo necesario que puede ser el poder ver a los ojos a alguien? Directamente, frente a ustedes. Con todos los sentimientos desbordándose en la mirada, y que esa mirada diga todo lo que las palabras no son capaces de expresar. ¿Y se han fijado como aunque podamos ver los ojos de dicha persona en una pantalla de 17pulgadas, nunca, JAMÁS, se sentirá igual?

Mis sueños cada vez son más creativos. Mi mente está convencida de que estamos tan cerca que podríamos vernos todos los días. A veces cree que alguno de los dos está próximo a hacer un viaje, y los reencuentros son dignos de una película.

Pero cuando despierto, la nostalgia es más grande aún. Y la certeza de que es hora de salir corriendo de esta situación se desborda por mis venas… Pero hay una pequeña yo allá adentro que no quiere correr, y que se aferra a este sentimiento. Y resulta que la pequeña Victoria, es más fuerte que todo el exterior de mí misma.

Así que aquí sigo, esperando con ansias volver a tener su nombre en la pantalla de mi computadora.


Victoria B.

jueves, septiembre 22, 2011

Somos lo que recordamos.

Si nos ponemos a pensar bien, nuestra vida está formada por momentos claves que guardamos en nuestra memoria. Somos lo que recordamos, creemos en diferentes cosas y todo por experiencias de la vida. A medida que crecemos los momentos que son importantes para nosotros van cambiando de contexto.

Recordamos esos viajes de chicos. Esa canción que sonaba en el carro mientras viajábamos por carretera. Aquella posadita donde nos quedábamos con la familia. Algún chiste en particular que hicieron “los grandes”. Las travesuras que hacías con los de tu edad en la familia. Las pequeñas peleas, las sorpresas, las sonrisas. Recordamos a nuestros amigos de la primaria, la sencillez de nuestras vidas, algunos profesores y las actividades extracurriculares. Nuestra curiosidad por aquello que se nos escondía y más travesuras.

Vamos creciendo y almacenamos la primera vez que salimos sin supervisión, la primera idea de amor, las amistades cada vez más fuertes, recordamos momentos con amigos de toda la vida. Nos sentimos grandes, nos gusta creer que somos más que unos pequeños piojos en la vida. Recordamos peleas con los padres, malcriadeces nuestras. Hoy vemos lo alborotadas que estaban nuestras hormonas.

Graduaciones. Nuevos amores. Estudios universitarios y de nuevo profesores que valen oro. Viajes con tus amigos, noches de desvelo estudiando. Siempre recordaras esa materia que se te hizo imposible y te dio la guerra, así como recordaras el momento en el que por fin lograste pasarla. De nuevo el orgullo de ser graduando. Nuevamente habrá relaciones que se marchitan y otras que florecen. La vida laboral empieza para nunca acabar. La emoción del primer trabajo y los primeros colegas. Otros trabajos vienen y nuevos colegas se añaden a tus amistades del facebook. Viajas finalmente con tu propio dinero, fotos y videos quedan para la posteridad. Matrimonios de tus amigos, eres dama de honor/padrino en la boda de alguien que adoras. Ves como sus años pasaron, y los tuyos pasaron a su lado. Miras atrás y te encuentras con otro montón de cosas que sabes nunca olvidaras. Tu propio matrimonio llegó, el día que todos proclamas como el más memorable de tu vida. Quizás no sea así. Pueden venir hijos, muchos o pocos. Puede venir un divorcio, en el peor de los casos. Tu vida va viento en popa. Primeros pasos del bebé, primera palabra, primer día del colegio, su camisa va cambiando de color, el va creciendo. De nuevo las graduaciones se inmiscuyen en tu vida.

Y así, poco a poco, vamos creciendo y madurando para almacenar más recuerdos. Para sentirnos vivos. Llenarnos de experiencias, estudiar, trabajar, tener una familia y llegar a la cima de nuestras vidas con un almacén lleno de logros. Pero ninguno de esos logros sirve de nada si no logramos recordarlos.


Todo esto viene a que mi abuelita tiene alzhéimer, lo ha tenido por mucho tiempo ya, no es algo que me aflija, no… sabemos todos que son cosas que vienen con la edad. Pero veo como a veces se pierde del todo. Como se frustra por no recordar algo. Y eso es lo que más me da dolor. No imagino lo que podría ser no lograr recordar tu vida. ¿Quién eres si no recuerdas tu pasado? ¡No sabes quién eres tú! Y pues llegar a un momento en que no te conoces a ti mismo, tiene que ser terrorífico. Y es entonces cuando se aferra a esos cinco recuerdos que tiene, casi todos de su infancia, (que no sé porqué son los que la gente con esa enfermedad mas recuerda) y los cuenta, una y otra vez, supongo que uno ha de sentir que si alguien más entiende su vida, ella sigue ahí, alguien más seguirá sabiendo quién es ella. También supongo que si lo repite, si se lo repite a si misma muchas veces, se asegurará de no olvidar esos pocos recuerdos también. Y algunos momentos reviven con una imagen, con una foto. Un instante de lucidez en el que logra reconocer las caras, pero nunca logra contar mucho de la situación que se vivía al momento de la foto.

Tiene que ser muy duro… sí que lo tiene que ser. Que tu vida completa gire en torno a la confusión ha de ser de los peores sentimientos que se pueden tener. 


Esto todo viene porque hace poco me encontré con esta página: http://www.bancoderecuerdos.es/
Es un banco de recuerdos, es una caridad para la investigación de esta enfermedad.
Y después de leer varios recuerdos, me puse a pensar en lo difícil que debe ser para aquellos que han dejado sus memorias regadas a lo largo del camino, y que mi abuela es una de ellas. A veces imagino lo insoportable que puede ser un día para ella. Y a veces simplemente no le creo nada.

Victoria B.

domingo, septiembre 18, 2011

Ínfima porción del hombre ideal.

En el fondo todos soñamos con tener a una pareja que nos entienda, alguien que nos quiera a pesar de conocernos más que nosotros mismos, que sea capaz de soportar y afrontar situaciones difíciles en la relación, pero salir airosos de las mismas.
Yo no soy la excepción a la regla. Yo quiero tener a mi hombre ideal, que me haga sonreír y que conozca mis manías. Que me entienda.
Que sepa que cuando digo “Quizás” es “No” y que cuando te digo “Muere” es “Te quiero”.
Que no critique mi obsesión por las aceitunas y el jugo de manzana clarificado.
Que no me toque los pies porque sabe que lo odio.
Que me pida un masaje sin ofrecer otro a cambio, odio los masajes. Podría pagarme con algo mejor, él lo sabría.
Que me deje escuchar mi música. Siempre es mejor si entiende mis gustos, pero nunca es indispensable. Lo importante es que me deje escucharla, aun cuando luego se burle de ella y de mí.
Que no le tenga que explicar mis chistes.
Que acepte que parte de mi vida gira en torno a Doctor Who. Mira, yo te dejo ver tus partidos, jugar tus videojuegos y echarte las birras con los panas. YO, veo DW, y cuando eso está pasando, no se me interrumpe.
Que me de sorpresas… Me encantan las sorpresas. Sobre todo si no logro descubrirlas antes de que me las den.
Que no me traiga flores ni peluches que tengan cursilerías escritas. Esas cosas no me gustan. Soy gay, pero de otro tipo, espero que él sepa lo que me gusta.
Que me regale gomitas sin más ni menos. Porque se acordó de mi cuando les paso por al lado.
Que sea crítico, sí. Eso es indispensable. Crítico y cínico.
Que me traiga una taza de té aún cuando no la he pedido, sabiendo que siempre viene bien.
Que entienda que mis estudios, sin ligar a dudas, van primero que él.
Que no me controle, jamás. Eso no se hace. No me controles.
Que no me mire feo por comprar 'revistas para hombres' todos los meses y que entienda que es para leer tres o cuatro artículos. (Si quieres luego te la doy y te haces la paja con las tipas en bikini, do we get a deal?)
Que acepte que no sueño con pasar el resto de mis días con alguien desde ahora. Y que entienda los happy ever after para mí no se dibujan sino hasta pasados los 30.
Que no me ponga vegetales en el plato, pues la mayoría no me gustan. Solo sí sabe cuáles son, ahí ya te ganaste mi corazón.

Quiero un hombre que entienda que yo lo único que pido es ser aceptada (y pues otro bunch of requests) pero que lo básico es el respeto: respetar nuestros espacios y dejarnos ser. Mientras esos sean los pilares básicos de una relación conmigo, -y tengas cerebro- todo saldrá bien.

Y mientras yo sigo esperando a ese hombre imaginario, empezaré a averiguar cuánto demoran los chinos en hacerme un robot personalizado y de paso preguntaré si puedo pagar con cuotas de por vida.


Victoria B.

Parásitos de por vida y Yo.


Yo soy de esas personas a las que les gusta planear. Planeo y sueño, esa soy yo. Soy de esas personas a las que les gusta estar preparadas, tener ideas y esquemas para lo que harán. Mis ambiciones admito que son muchas, pero nunca demasiadas.

Es por ello, por mi personalidad soñadora, que no soporto ver a esa gente que no siente necesidad de hacer nada. Que están estudiando su carrera y eso es lo que hacen: estudiar. Mas nada, no tienen planes ni actividades aparte, no quieren dejar el mundo del estudio por pánico a incorporarse al mundo real. ¿Y ellos? Son estudiantes. ¡Me enferma! Me enferma encontrarme con gente que no sabe que quiere ser en la vida, que no sabe por dónde se quiere ir, que no sabe en qué especializarse. Mira, si tu plan de vida es no hacer mucho y nunca romperte una uña ni arriesgarlo todo por una meta determinada, está bien, al menos estás claro, ese quieres ser. Hace falta gente que solo llene espacio terrestre mientras otros sobresalimos. Pero me molestan son aquellos que “no saben”... nunca saben nada. No son recordados nunca por ser el más brillante, ni el más ambicioso, ni por el mas desordenado y escandaloso es que ni si quiera son recordados por su carisma y buen humor. Son solo esos fantasmas que pasan desapercibidos y nadie recuerda. Y ellos son fantasmas en su propia vida.

¿Sabes algo? Eso a mí me acatarra. Perdón, pero a mí me gusta ser recordada, siempre. Suelo ser de las que tiene buen humor, que la gente recuerda porque siempre te dirige una sonrisa viéndote directo a los ojos. Por comentarios soeces dichos sin mucho cuidado de herir a nadie, solo esperando expresar mi punto de vista. Soy de las que en clase no habla a menos de tener una buena intervención, y soy recordada por esas intervenciones en las que lo que yo dije: es y punto. Soy de esas que tienen la razón porque la tienen. A veces te sigo la corriente te digo que ganaste, pero mi tono de voz te da a entender “Jamás serias capaz de entender lo que estoy diciendo. Lo siento, es tu falta de materia gris”. También soy de aquellas que meten la pata muy seguido, y al darme cuenta no hago sino disculparme y tratar de reparar lo que haya hecho. Soy de las que no se queda de brazos cruzados, siempre tengo que tomar una iniciativa y encarrilar todo lo que este en mi control (y quizás un poco más).

Y por eso, sí, por eso, es que me molesta esa gente. Parásitos en la vida. Son como el cáncer. Y no puedo, no puedo soportarlo, me molesta verlos, me molesta que no hagan nada. Si te veo caer en el foso de aquellos que pasan desapercibidos, te gritaré, te alertaré y pediré que trates de tomar conciencia y consigas tener metas claras en tu puta vida. Pero no todos responden, de hecho, pocos lo hacen. Ellos simplemente “no saben” ¡CARAJO! Como me jode eso.

Y es que me he encontrado con mucha gente que no quiere evolucionar, que ha dejado pasar oportunidades de oro por su dejadez, por no querer ser nada en esta vida más que un cuerpo mas. Carne y hueso ocupando el espacio de alguien que podría ser más útil. Me duele ver gente así... y cuando más me duele, es cuando veo que son gente tan cercana a mí. 



Victoria B.

martes, septiembre 06, 2011

Cómo perder a un muerto.


Hace un par de meses mi tía me dijo que cada vez que iba al cementerio a ponerle flores a mi abuelo, no sabía cuál era su tumba. Se supone que la única que se acordaba bien era yo.

Yo para probar, porque era imposible que no estuviera ahí, después del octavo árbol en algún lado, fui a revisar. Voy en camino, confiada, compro unas flores para no llegar con las manos vacías, me parece de mal gusto ir a visitar la tumba de un muerto sin nada en las manos. Aunque mi abuelo no se entere. Y aunque a mi abuelito no le importaría, pero ya saben, cosas que uno se siente obligado a hacer porque la sociedad te empuja a ello.

Entro al cementerio del este, que he de decir que tenía un aspecto mucho menos mórbido que la última vez que fui (creo que me parece hasta bonito), y empiezo a rodar cual desgraciada colina arriba, porque a mi abuelo lo enterraron en una de esas terrazas que están en el fin del mundo, rozando con las nubes.

Llego, estaciono, está empezando a lloviznar. Así que saco la tapa de la caja de papeles para reciclaje que llevo siempre en mi carro, de manera que me pueda sentar en algo seco. Saco las flores y me pongo mi chaqueta “impermeable”.

Entro y están unos señores que seguro se encargan de mantener eso bonito y podado, ya esperando a su transporte pick-up para irse, pues sí, empezaba a llover. Primer árbol, segundo, cuarto, perdí la cuenta, mira atrás y empieza a contar de nuevo, me pierdo una vez más, repite el proceso, ok. Octavo árbol. Justo enfrente del lado de la talanquera muchos muertos, sí, pero dudo que alguno fuera el mío. No hay nada que aparente ser la boca superficial sin nombre de algún ataúd. No, todos tienen lapida y mi abuelo no la tiene.

La lluvia esta empezando a molestar. Resulta que la chaqueta impermeable después de suficiente agua se vuelve permeable. Estoy emparamada. En el décimo árbol parece haber una tumba que podría ser. En el séptimo hay otra. Solo tengo una mata. Creo que me cayó mejor el muerto del séptimo, puse la matica al lado y me senté a terminar de mojarme.

Me puse a pensar en cómo se puede perder a alguien que no se mueve de allí. Es la desidia de uno, la memoria ocupándose de otras cosas y por otro lado, las ganas de no pensar en eso, en ese día, en esa situación y a sabiendas de que el  no debería estar ahí, debería haber sido esparcido en su playa favorita, no bajo la tierra siendo comido por los gusanos. Llevaba ya más de un año que no iba por esos lares. Creía recordar donde estaba enterrado mi abuelo. Nadie en la familia lo sabe. Genial. Mi tía dice que yo era quien único recordaba. Pero yo no recuerdo.

Pero bueno, la visita me recordó que no recuerdo dónde está enterrado, también que puede ser frustrante perder a un muerto. Y pues por otro lado descubrí que esa terraza es de un callada que hasta resulta un lugar apacible, aun estando sentada al lado de una tumba con un muerto que no conozco y habiéndole dejado flores que le alegren la inexistencia.

Pues creo que le estamos dejando flores a un muerto ajeno… Irónico.