sábado, julio 30, 2011

Adiós Julio.

Pues resulta que es julio ¡casi agosto ya, coño! Pero aún julio, sí. Y pues resulta que tengo julio atragantado, me cansó, no me cae. Julio es de esos meses pesados, que joden como ninguno. También resulta que todo empezó en junio. Yo estaba allá, y era fácil vivir en un sueño, bastaba con quedarme mirando fuera de la ventana para así huir a mis propios pensamientos, pero ya me toco enfrentarlos, tuve eternas horas en el avión para enfrentarme a los mismos.

Son mis demonios que me persiguen. Mis dudas, mis temores, mi incertidumbre, mis ganas de volar, mis ganas de empezar de cero, o quizás las de adelantar mi vida, es posible que sean las ganas de aprovechar el ahora, la desesperación de sentir que perdí y sigo perdiendo mi tiempo, que los años pasan y mi Curriculum Vitae da más vergüenza que mis tortillas de papas. Y es que el país no ayuda, ¡carajo! Como me lo complica todo, querer hacer un curso aquí es irse de paseo por toda la ciudad hasta no conseguir nada, exceptuando aquel que costaba una millonada. Esta es, además, una ciudad donde para tratar de ser un ciudadano consciente y reciclar, hay que joderse como nadie. Solo hay un punto de recolección decente y cuidado en toda la capital y fue inaugurado hace no mucho más de una semana.

Estoy cansada de julio, estoy cansada de esperar. De esperar en colas, esperar por papeles, de esperar por citas a lugares a los que no quiero ir, y otro a los que sí, cansada de esperar a que pasen las horas y harta de esperar por él. Dicen que la paciencia recompensa ¿no? (don’t really know who says that, but it sounds good to me, I’ll keep that phrase) Me fascinaria saber cuánto tarda en recompensar, la muy puta. Porque me tiene como cansadita, ya.

Ha sido un Julio de encontrarme con algunas personas y de extrañar a algunas otras, un julio de retomar la rutina y de bajar de peso, de ver a la familia, amigos, no tan amigos y demás. Un julio observando de nuevo la vida caraqueña, de escuchar tanto piques por las noches en la autopista como balas siendo descargadas seguramente acabando con la vida de algún inocente (o quizás son tanto). Un julio de retomar mi relación con Copérnico, de tener responsabilidades familiares, de volver a avisar mis movimientos, de voltear a ver sobre mi hombro (lo más común es por el retrovisor) a asegurarme de que nadie me sigue, un julio con un presidente enfermo según los medios y más sano que el coño según yo. Un julio de mentiras, verdades, esperas, asquerosos abrazos, esperados abrazos, palabras falsas, sonrisas reconfortantes, bienvenidas -tanto mías como ajenas-, de resultados ansiados… Un julio de acostarse cuando los pájaros cantan y despertar para el almuerzo, de dormir en casa de mi mejor amiga y echarnos todos los cuentos de nuestras experiencias… un julio de regreso a la rutina.

Pues resulta que julio ha sido un poco lo mismo a mis pasadas vacaciones, variantes siempre hay, claro, pero el común denominador es el mismo. Pero yo, yo no puedo volver a pasar tanto tiempo sin tener algo que hacer, yo ya no estoy acostumbrada a la anarquía venezolana, yo me malcrié en la tierra natal de muchos de mis ídolos. Hoy estoy en el mismo lugar donde estaba parada el año pasado, sin haber aportado mucho mas a mi CV, pero hoy soy alguien totalmente diferente, o así me siento, aún cuando muchas cosas permanezcan igual, y aun cuando haya gente que me vea idéntica, yo, como persona, siento que soy alguien diferente, no sé si cambié para mejor, pero si sé que estoy feliz con la Victoria que surgió. Con la diferente muchacha que encuentro hoy 29 de julio, a la que había hace un año, recibiendo su titulo, tomándose fotos en pantuflas con los tacones en la mano, lanzando el birrete a los aires, dejando ir con el todos esos cinco años de estudios en un colegio al que aún hoy, adoro (ya veremos cómo cambia eso en los próximos cinco años de carrera). Si, siento que he cambiado.


Este último comentario de que he cambiado y bla bla bla me recordó de alguna manera bizarra a esta canción:




Victoria B,

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