Qué extraño las mariposas revoloteando en mi estómago. Pero a pesar de ello considero que es una de las mejores cosas que me pueden pasar.
Tú me producías esa divertida sensación cuando me hablabas, me mirabas o me rozabas. Ahora ya no soy capaz de sentirla, ni contigo ni con nadie.
Debería agradecerlo… Porque esas mariposas revoloteando en mi panza lo único que dejaron al final fue soledad y dolor.
Sí, agradezco ya no ser capaz de sentirlas, ni si quiera cuando hablo contigo, ni cuando me sacas una risa inesperada por algún comentario loco característico de tú persona.
Y es que recuerdo que tu me llenaste de mariposas en el estomago desde el primer día que te ví. Fue ilusión a primera vista...
Victoria B.
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