Hay momentos que te derrumban la vida.
Momentos en los que te enteras de que a ese alguien a quien amas ya no va a estar allí más nunca. Sientes el que mundo se vuelve negro, que ya no hay razones para seguir, solo quieres entrar en tu cama y llorar cual bebé con necesidad de tetero.
Y es que creo que no hay nada más doloroso que perder a alguien que quieres, no hay nada más doloroso que perder a alguien que forma parte crucial de tu vida. Tus amigos se acercan y tratan de consolarte, fallando en todos y cada uno de sus intentos. Tu familia usualmente está igual de devastada que tú.
Y tú… no eres capaz de ver al futuro, no eres capaz de ver al frente, tú solo ves al pasado, ves todo aquello que viviste y que nunca se va a repetir, ves todos aquellos errores que cometiste y nunca vas a poder solventar, ves todas aquellas risas, abrazos y conversaciones que te dieron un obvio momento de felicidad en algún momento de tu vida. Tratas de pensar en estos momentos, tratas de meterte en la situación para llenar tu corazón de aquella felicidad… siempre te sales de esa fantasía sin éxito alguno.
Después de que pierdes a ese alguien, es cuando en cada película cuando alguien se muere, por más abstracto que sea, se te aguan los ojos sin poder evitarlo. Es después de que eso pasa, que cada vez que te enteras de que un familiar de alguien que quieres también se ha ido, sientes su dolor y no puedes evitar acordarte el dolor que sentiste cuando paso lo mismo con ese alguien a quien extrañas enormemente.
La gente dice que con el tiempo uno olvida, que con el tiempo dejas de extrañarlo… no es verdad. Con el tiempo, la única diferencia, es que el dolor es menos agudo, pero jamás dejas de extrañarlo. No dejas de pensar un solo día en el… no hay un solo logro que no le dediques, sabiendo (o esperando) que si estuviera contigo estaría enormemente orgulloso de ti. No diría nada, no a ti, nunca. Le comentaría a sus amistades… y en cuanto a ti, una sonrisa y un abrazo de oso con una lengua estriada lo dirían todo.
Hay veces que te preguntas ¿Qué estaría haciendo el día de hoy si siguiera aquí? ¿Será que ya viviría con nosotros? Seguro que si… y sería demasiado feliz. ¿Qué estaría leyendo? ¿Será que se hubiera logrado arreglar los problemas oftalmológicos?
¿Por qué el ascensor no pudo llegar más rápido… o luego? ¿Por qué no se le quedo nada? ¿Por qué no se distrajo hablando con los de la pizzería? ¿Por qué no fui capaz de hablar cuando lo vi? ¿Por qué no le dije lo mucho que lo quería? ¿Por qué me bloqueé y evite escuchar los gritos de dolor en el cubículo contiguo? ¿Por qué tiene que haber gente tan malditamente bastarda en este mundo? Hay tantas preguntas que me vienen a la mente tan seguido… y que nunca logro responder, que a veces me pregunto sí será sano seguir llorando por algo que paso hace tanto y que jamás podré cambiar.
Y es allí cuando empiezo a llorar incontrolablemente, me empieza a doler la cabeza, me arden los ojos, siento el vacio en el estómago y todo el peso del mundo en mi pecho. Y es que te extraño indescriptiblemente, te extraño de manera que he llegado a desear cosas absurdas e injustas. Aún sabiendo que no vas a volver, aún sabiendo que no hay nada que yo pueda cambiar, pero yo lo deseo… lo deseo con todo lo que puedo dar de mí, como si cerrando los ojos y pensando en eso fuertemente fuera a lograr algo… cual niñita de siete años, si.
Y hoy, 23 de Noviembre, te he pensado más veces que de costumbre. Cada vez que escribí la fecha, cuando comí calamares en el almuerzo, cuando me hablaron de España, cuando hable de pescado en la cena y el momento en el que más sentí el dolor, fue cuando me dijeron que un familiar de alguien que quiero había muerto. Luego me decidí a escribir este post, cuando hable con ese alguien y los ojos se me llenaron de lagrimas, para luego inundarme la cara mientras lo escribía.
Fue allí cuando dije que hoy, era el día adecuado para finalmente dedicarte el post que llevo rato aplazando, aunque no es ni la mitad de bueno de lo que te mereces. Ya he escrito de ti en el pasado, ya te he recordado en otras entradas… estás por doquier en mi blog, pero nunca has tenido una entrada solo tuya.
Así que aquí esta, una entrada para ti. Mi abuelito, el mejor abuelo que pude tener…
Te extraño y te recuerdo cada día.
Victoria B.
No hay comentarios:
Publicar un comentario