viernes, octubre 01, 2010

Culpemos a las hormonas.

Hay veces en que sabes que los sentimientos están a flor de piel, sientes un sinfín de emociones todas juntas y no logras si quiera descifrar por qué razón específica están ahí molestando la paciencia.


Hoy para mí fue uno de esos días.



Todo iba muy bien, un día común, tranquilo. Hasta que ya después de almuerzo, en el carro, la amiga con la que había salido me pregunta por aquel muchacho de los ojos verdes, si, aquél que me había prometido a mi misma no se colaría en mis pensamientos.

Hablamos de él durante más tiempo del que yo hubiera creído conveniente -desde Los Palos Grandes hasta la UCV- si, él fue el tema de conversación de todo el camino. En cuanto la dejé en la universidad empecé a rodar dentro de la ciudad universitaria dando vueltas. Luego estacioné, me bajé y empecé a caminar con una total y completa confusión entre ceja y ceja.

Hace ya un buen tiempo que no le dedicaba una conversación a él y mucho menos una conversación en la que yo verdaderamente expresara lo que siento. Creo que las últimas conversaciones en las que su nombre ha salido a colación consistían en una mera narración de los hechos o en un '¿y funlanito?' y yo respondía 'No sé, supongo que bien'.

Pero esta vez fue diferente. Esta vez di opiniones, dije lo que creo, lo que siento y lo que no quiero sentir. Esta vez pasé la raya que yo misma me impuse hace algún tiempo ya.

Nota: El post ‘A partir de hoy.’ No es más que una recopilación de cosas que venía pensando hace algún tiempo y que empecé a poner en práctica desde bastante antes de esa entrada.

Después de deambular por la universidad alrededor de media hora, decidí irme. Me monte en Copérnico y salí, no estaba más despejada pero al menos ya no tenía las piernas entumecidas de estar sentada.

Salgo por plaza Venezuela y agarro la autopista. Plum, en medio de mi distracción agarre la salida con un cartel que señalaba hacia La Victoria. En ese momento, más que estresarme por mi situación de perdición o por mi burrada de equivocarme por ir en las nebulosas, estaba era frustrada ¿Cómo me equivoco así? Por burra. Sí, eso me decía “¡Eres una bolsa Victoria, UNA BOLSA!” agarre la primera salida que vi, no sabía a dónde me llevaba, pero seguro era mejor que seguir por el camino que iba.

Después de tráfico, insultos, canciones lentas, canciones movidas, golpes al volante, más insultos, más tráfico, conductores infractores en cada esquina, negros con birras en la mano, negros sin birras en la mano, loquitos curtidos cruzando la calle donde no es, establecimientos abiertos, establecimientos cerrados, vendedores ambulantes y un elevado, mágicamente llegué a Santa Mónica. Finalmente sabía dónde estaba y cómo llegar viva a mi casa.

Cuando iba en camino conocido ya, la frustración fue desvaneciendo y el vacío y la incertidumbre se apoderaron de mí. Después de darle vueltas buscando una razón para esa inquietud que traía, no pude sino pensar en mi abuelito. No me pregunten por qué, pero así fue.

En ese momento el vacio y la nostalgia se volvieron totales, quería llorar, pero no me dejé hacerlo. Fueron unas incontrolables ganas de poder cambiarlo todo, de volver al pasado. En ese momento hubiera matado por tener un Doctor y una Tardis que me llevaran a dónde yo quería estar. Que viajáramos unos años atrás. Si... Eso quería...

En ese momento recordé que hace unos meses me dije que en cuanto tuviera licencia iba a ir a poner unas flores y a hacer una rápida visita… así como a contar las novedades, que en este momento son muchas y hay varias sé que disfrutaría. No lo he hecho y hace una semana que tengo licencia. Si, pensé hacerlo hoy, pero aunque no llovió, eso no era lo que veía yo en el cielo, y no quería que una tormenta me agarrara en el camino. Así que lo tengo anotado como tarea para la próxima semana.

En fin, al llegar a mi casa estaba agotada -creo que era más un cansancio psicológico que físico- así que me acosté a dormir una siestita en el sofá. Cuando me despierto -ya con el cielo oscuro- voy a mi computadora y consigo el Tal Cual de hoy postrado encima de Cornelia -mi computadora- estaba la contraportada a primera vista, con un artículo llamado ‘El oficio de la redención’.

Empecé a leerlo… en el primer párrafo ya Sebastián de la Nuez explica que ese artículo, va dedicado a ‘Raúl Betancur’. Releí el mismo párrafo unas cinco o seis veces. Las lágrimas brotaron de mis ojos sin haber sido llamadas.

Soy demasiado BOLSA, lo se. ¿Será que estoy hormonal?

Que manera de comenzar Octubre. Menos mal que SÉ que terminará mucho mejor. Fuera de este país, fuera de los temas recurrentes y con muchas nuevas oportunidades por delante.


 

Victoria B.

2 comentarios:

  1. en lima no hay tormentas ¬¬

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  2. Querido/a anónimo, sespués de leer este comentario he releído varias veces mi propia entrada a ver donde mecione a Lima, no creo si quiera habermecionado a Perú. Me encantaría saber que simil te hizo pensar que hablé de Lima o si quiera de tormentas en algún momento.

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