Creo que me ha tomado un buen tiempo ser capaz de escribir esto.
Más que todo es cuestión de mi orgullo personal. Ese día lo bote en un pipote de basura.
Estaba yo, sentada en la plaza Altamira, después de haberme llevado un chasco en una ida al consulado de España (ese fue el día del post del muchacho de ojos avellana y camisa verde). Estoy sentada pues, con el disco del PSUV como soundtrack de la escena, mas no era mi soundtrack mental, no, en mi mente había algo de Charles Aznavour dando vueltas y vueltas.
Veo la hora, son la 1.20, ya había comido. Decidí agarrar rumbo a mi casa, me pare del banquito, cuando estoy en camino a la cola del MetroBus me dije a mi misma que debía hacer un último intento. Que debía confiar. Que debía creer en que todo se resolvería, si… suelo creer en esas historias bonitas -aún no sé porqué-. Agarré camino sabiendo que todo saldría mal. Recuerdo que ese día antes de salir de mi casa posteé en Twitter algo referente a que tenía un mal presentimiento de ese día. Tenía razones para hacerlo.
Pues sí, agarré el metro en cambio. Fueron las tres estaciones más largas que he recorrido.
Llegué a Sabana Grande, me bajé. Y me enrumbé hacia el Centro Comercial El Recreo. Terminé llegando allá a un cuarto para las 2. Subí y me senté frente al Yamin Family Center. Parecía ser un lugar ‘seguro’ donde podría sacar el celular. Me senté con una especie de ‘frustración esperanzada’. Empecé a esperar a aquella persona que esperaba ver.
Esperaba ver un mensaje que dijera “Ya llegué, ¿Estás aquí?” o algo por el estilo. Esperaba ver un mensaje donde todos mis miedos se fugaran. Pero en cambio, tuve yo que mandar el mensaje. A eso de las 2.15 me desmoralicé más aún preguntándole –Lo llamaré Johnny- a Johnny si se aparecería.
Seguí esperando, no me respondía. Demasiadas cosas recorrían mi cabeza en aquel momento. Trataba de distraerme con la gente que hacía el ridículo en las maquinas del Yamin, no bastó para librarme de mis pensamientos. Ya eran las 2.40 y decidí que era suficiente sufrimiento por un día, me levanté y agarré mi camino. Cuando iba llegando a las escaleras mecánicas sentí mi celular vibrar en el bolso. En ese momento no me importó la inseguridad, lo saqué. Johnny me había respondido. Era un mensaje de dos líneas en el que se ‘disculpaba’ y excusaba por su ausencia. Lo leí, guarde el teléfono. Algo así como "Lo siento no tenñia cómo bajar. Y pensé que estabas molesta o algo" ¡¿Cómo CARAJO sabes si estoy molesta o no si no te atreves a hablar conmigo DESGRACIADO?!... De verdad, falta de respeto.. ¡Cara 'e tabla es lo que eres!.
Me sentía enfurecida, conmigo misma y con él. Me sentía totalmente humillada –cabe acotar que yo decidí humillarme y sólo yo sabía de esa humillación-. Tenía demasiados sentimientos encontrados, la rabia hacia mí misma era el sentimiento predominante, las lágrimas de rabia querían brotar. No las dejé. No me lo iba a permitir.
La mejor solución era caminar. Agarré camino… caminé desde el recreo hasta Paseo Las Mercedes. Pensaba que en este camino podría llegar a una solución conmigo misma. Que mi mente hiciera una especie de foro de discusión donde todas las partes se sentarían a hablar. Lo logré, mi mente lo hizo. Pero todos concordaban. El veredicto final que me dieron fue: “Eres una idiota. No sabemos cómo dejaste caer tu orgullo de esa manera. Debes volver a ganarte nuestro respeto”
Es decir, en ese momento, no me sentía respetada por mí misma. Llegué a lo más bajo que se puede llegar. Me ridiculicé hasta no poder más. Me dejaron con los crespos hechos, me dejaron plantada, Johnny nunca se presentó.
Comprenderán que además de dejar de respetarme yo misma, ese día dejé de respetarlo a él. Lo califiqué de ‘Cobarde’, de ‘Descarado’, de “Patán”, etcétera. Fueron muchos los calificativos desmoralizantes que se ganó en mi mente ese día. Improperios me sobraban en aquél momento.
Volviendo a mi trayecto y a mi foro de personitas es mi mente:
-Mi caminar normalmente es muy acelerado, camino a prisa no por alguna razón en específica sino simplemente porque así es como me siento a gusto. Si, esa soy yo.-
Sin embargo, en este camino mi paso era realmente lento. Iba cabizbaja, pensativa e indignada. Caminaba sumida en mis pensamientos, en mis insultos, hacia mí, hacia él, hacia mí nuevamente y unos pocos al mundo en general.
Ya había recorrido bastante. Ya me había ‘calmado’ si así se le puede llamar. Veía la situación con un poco más de claridad. Seguía siendo una idiota, pero me decidí a responder el mensaje. Fui más política de lo que yo misma pude haber imaginado, mantuve mis emociones tan en línea que algún día he de felicitarme a mí misma por eso. Yo respondí, en cambio, un largo mensaje –del que nunca recibí respuesta- pero del que no me arrepiento para nada.
Seguí caminando, ya había pasado varias paradas de autobuses que me servían, pero la caminata no era suficiente, aún quedaban cosas en mi mente por aclarar. Tenía que hacer un esquema completo de todo. No lo logré –trate de hacerlo durante mucho tiempo. Ya no trato de hacerlo, dudo que valga la pena-. Ya que no podía hacer un esquema y verlo todo fríamente por mí misma, traté de ponerme como un tercero ante todo lo que había ocurrido entre los dos desde... desde siempre, desde aquél febrero/marzo –¿Qué sé yo-.
Al ponerme como un tercero –que conocía todos los detalles ‘menos lo que yo pensaba’- me sentí más ridícula aún, tuve que explicarme a mi misma el porqué de mis acciones.
Me recordé a mi misma que hacia menos de una semana había tomado la decisión de que arriesgaría todo y que no me importaba nada. Si lograba algo con Johnny, ¡Enhorabuena!, si lo perdía todo pues que nada fuera por no intentar, total, ¿Qué me importa si se pierde algo que no hay? –me decía a mi misma-
Nota: La cosa es que no pensé que fuera así como resultarían las cosas, es decir, en esos pensamientos donde yo pongo todas las posibilidades de “Qué pasaría si…”, jamás puse como detonante aquella razón por la cual todo iba cuesta abajo. Jamás pensé que con Johnny algo así pasaría, ¿Qué es lo que pasa? Que yo lo respetaba, creía que ‘era diferente’ JAJAJA, yo siempre idealizo, no lo puedo evitar idealizar a las personas, es algo que obviamente debo cambiar.
Así que me decía a mí misma, “te humillaste, te ridiculizaste, llegaste a lo más bajo. Pero que por tí no fuera, Victoria, tu eres decidida, y cumples con tus compromisos. Te habías comprometido y no eres cobarde, te presentas porque no ibas a ser tú la que ‘no llego nunca’ no, no, no. Esa no eres tú. EN CAMBIO decidiste ser ‘La que se quedó esperando al que no llegó nunca’”.
Finalmente llegué a Paseo Las Mercedes, ya no podía seguir caminando pues lo próximo era la autopista y ¡No, gracias!, pero no había terminado de pensar, Así que tomé mi autobús, había ahora demasiadas personas para hablar en voz alta en ocasiones necesarias para entender algo y había ahora demasiada bulla. Me dirigí a Concresa enfocándome en las personas que había dentro del autobús, me monté en Copérnico. Le conté lo que me había pasado, me entendió y me dirigí a la casa.
Quería estar sola pero ¡Voila! No llevaba 20 minutos en la casa y ya mis tíos habían llegado, y extrañamente, con ganas de conversar.
Creo que es la primera vez que narro esto con tanta exactitud. Hoy me sigo sintiendo ridícula al contar esto, pero sé que he de sacarlo de mí. Y no se lo quiero ‘contar’ a nadie.
Ya está escrito así que… lo publicaré.
No espero que entiendas porqué actué así, no. Porque yo tampoco lo sé, pero este es un post para mí. Para desahogar cosas inutilizan demasiado espacio en mí cabeza.
Si terminaste de leer esto, creo que te mereces una felicitación por leer algo completo de lo que debes entender poco. Gracias.
Victoria B.
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