Hoy recorrí calles y calles de Caracas, me paseé todo el centro en búsqueda de un edificio del cual tenía la dirección más chucuta que se puedan imaginar.
Mi mamé siempre me dijo desde que era pequeña que el centro de Caracas era demasiado peligroso, me infundió ese terrible miedo que le infundes a un niño chico y que cuando uno crece, ves que las cosas no son tan seguras, no, en eso tiene razón, pero tampoco es para ir vestida de recogelatas y dejar todas mis pertenencias escondidas en mi casa.
Pues sí, dejé a Copérnico (para quien no sabe Copérnico, es mi carro) estacionado, botado, solo en un estacionamiento cerca de mi casa, porque la chigüire que está aquí, tiene carro pero no licencia, así que lo dejé botado y arranque ya muy tarde en la mañana -10am- mi aventura, sorprendentemente llegue a la estación Nuevo Circo a eso de las 10.40am. Antes de salir de la estación, pregunto a uno de los trabajadores del metro si sabía dónde estaba el edificio del CNU, el no sabía, le pregunta a su compañero, me mandaron a salir por una de las escaleras -sin mucha explicación del qué hacer luego- así que salí y seguí mis instintos, que tomando en cuenta que no sabía a dónde iba, eran casi remotos. Así que empecé a caminar en dirección a la zona con mas edificios, eso me dijo mi sentido común que hiciera, vi un kiosco, dije “ah, alguien que trabaja por aquí debe saber más o menos hacia dónde esta esto” pregunte, el señor fue de lo más amable, pero discúlpenme ustedes, yo no sé cómo ese hombre llega a su trabajo todas las mañanas, no tiene idea ni de donde estaba parado. Eso mismo me pasó con el frutero de la esquina, y con los empleados del café de la otra esquina de enfrente. Ya ahí al menos sabía dónde estaba, porque hace no mucho estuve dando tumbos por esos lares, me ubiqué –relativamente- al menos ya sabía cómo llegar a la estación de metro más cercana.
Decidí pensar un segundo volteé y divisé las Torres del Silencio, me quedé viéndolas pensando que el maldito edificio del CNU podía estar tan cerca de ellas como podía estar al lado completamente contrario. Empecé a caminar sin mucha idea de adónde iba, como suelo caminar muy rápido pasando a la gente, llegué a ver unos metros más adelante a algún funcionario de no sé qué. Al acercarme un poco más ví que era bombero, un bombero que trabaja por ahí seguro sabia un poco mejor de las direcciones ‘¿sino como va a ir a apagar cualquier incendio?’ –me dije-. Empecé a caminar más rápido aún, lo alcancé justo cuando terminamos de cruzar una calle. Al principio me vió con mayor extrañeza que todos los demás a los que les había preguntado, lo entiendo, digo, que una muchacha te aborde en medio de la calle, no es el común denominador de todos los días (o al menos eso digo yo).
El sí sabía hacia donde estaba la antigua sede del Banco Caribe (actual edificio del CNU) y SÍ sabía que NO estaba parado en la parroquia catedral. Me dijo muy a lo venezolano “En esa esquina del edificio verde, cruza y sigues pa’ arriba, por ahí cualquier persona sabe donde estaba el Banco Caribe. Igual tu metete por la avenida universidad”.
La dirección no fue la más clara que me pudo dar, pero fue la primera persona que me ayudó verdaderamente en todo el día, le di unas inmensas gracias y agarre hacia el edificio verde para empezar a caminar para arriba.
Ok, llegué arriba, ¿ahora qué? Una vendedora de una tienda me dice “Guenas, a la orden” y yo le respondo “Bueno, de aquí no quiero nada, pero, ¿me puedes ayudar con una dirección?” después de verme con cara de desprecio, accedió. Le dije, no supo y me mando a volar, pero justo al lado de ella había otro muchacho que también trabajaba en la tienda que sí se tomo la molestia de ponerse a pensar y de preguntarle a las otras dos que trabajaban ahí (por eso yo digo que siempre hay que preguntarle a los hombres, las mujeres son unas amarguetas). Solo una sabia hacia donde estaba el ACTUAL edificio del Banco Caribe, me conformé con esa dirección, si lo encontraba, ellos me dirían dónde estaban situados antes. Agradecí nuevamente y seguí mi camino. Casi me mató una moto saliendo de ahí, el muy desgraciado venia en contravía, solté una cuerda de improperios, me serené y seguí caminando.
Encontré el cartel de la avenida Universidad, “vamos por ahí pa’ dentro” me dije. A mi izquierda la estación de metro de la Hoyada, “ya sé al menos adónde regresarme en caso de no encontrar nada.” Empecé a caminar, pregunté a un manguero en la esquina, me dijo que entrara por esa calle. Yo entré, encontré un enorme banco –del cual no recuerdo su nombre- pero no era el Banco Caribe, y en vez de preguntar ahí adentro, opté por preguntarle al señor del kiosco que había enfrente, me dice “Es la calle de atrás a esta, sigue por aquí, cruza a la derecha y vuelves a cruzar a la derecha. Ahí vas a encontrar el edificio del CNU”. Mis gracias fueron tan insistentes que el señor me terminó diciendo que me tranquilizara al tiempo que me deseaba suerte.
Por fin estaba cerca, por fin alguien sabia adónde me dirigía. Agarré mi rumbo siguiendo las direcciones. Finalmente llegue a la esquina Dr. Paúl. Reconocí el lugar inmediatamente, SEÑORES, ¿CÓMO NO SABÍAN DONDE ESTABA LA ESQUINA DR. PAÚL? Por dios, es una de las más próximas a la casa del libertador. Me eche a reír yo sola, sorprendida de la falta de conocimiento en direcciones concretas de nosotros los venezolanos, al tiempo que pensaba “si me hubieran dicho que está cerca de la casa del libertador, llego más rápido… debí preguntarle a mi mama cómo llegar, ella me lo habría dicho…”.
Caminé esa cuadra en búsqueda del edificio del CNU, vi a mi derecha el Banco Caribe, pero en todo eso no vi nada del CNU. Terminé la cuadra y empecé la próxima “Esquina Salvador de León”, decía. “¿Esas eran las dos esquinas que delimitaban mi paradero, ¿Cómo es posible que no lo haya visto?” me di la media vuelta. Finalmente, se me ocurrió preguntar en ese enorme edificio que no tenía nombre. El señor me dijo que sí, afirmativamente, ese era el edificio del CNU, pero que atención al cliente era cruzando en esa cuadra, al lado de el Castillo. “Igual ya se fueron a comer, abren de nuevo a la 1” –me dijo- “¿y qué hora es?” pregunte evitando sacar a Rodolfo (mi celular) para ver la hora. “Son las 12.10”. “Gracias señor” preferí ir a encontrar a donde tenía que ir luego de la hora de almuerzo, no encontré nada ahí. Igual decidí irme a comer. Ahí estaba la cachapera que yo recordaba con las mejores cachapas desde… siempre.
Hoy descubrí, que no son tan buenas. No sé si es que desmejoraron en calidad o que simplemente me había engañado toda mi vida.
Terminé de comer con 15 minutos de sobra. Me senté en la plaza a matar tiempo mientras veía burbujas flotar en el aire, reluciendo con los rayos del sol que traspasaban los arboles, se veían realmente hermosas ‘foto mental’, pensé. Me divertí viendo a los niños que jugaban a explotar las mismas buebujas, reían constantemente. Que divertido era ser niño, te divertías con todo.
Son la una, me levanto, agarro rumbo, busqué de nuevo siguiendo las indicaciones. Yo estoy ciega, ahí no había nada. Volví al edificio principal, llegué con mi mejor cara de rubia tonta. Entro al edificio por las escaleras de bajada que eran las que se veían más abiertas al público.
No había bajado ni la mitad de las escaleras cuando un muchacho que viene subiendo -que me vio fijo desde que entre- me dice “no es aquí”. ¿Cómo sabe el que no es aquí? ¿Cómo sabe a dónde voy? “Pero esto no es el CNU?”, le replico. “si, pero atención al público es en la otra calle” e hizo ademán de que subiera las escaleras, al llegar arriba me dijo que igual no estaban abiertos, que abrían a la una. Le dije que ya eran la una. Y me dice: “bueno, aquí, cruzas a la derecha”, “por la farmacia” –digo, haciéndome de la que se me esas calles #siestabien- y el “Si, si. Bueno por ahí, unos…. Mmmmmm… cien pasos más arriba, vas a encontrar la entrada, es una entrada chiquita, es al final de eso” no pude evitar echarme a reír “¿Cien pasos? –sigo riéndome- ok, no, un punto de referencia, por favor” -le dije-, “bueno en verdad no se qué tiendas hay por ahí”. Yo le digo “bueno, grandes, en esa cuadra están El Castillo y General Import” y el “¡¡Ahí mismo, entre esas dos es!!” Volví a ir, la única entrada –para nada pequeña- que había era al edificio ‘Seguros Caracas’ y ahí mismo era. No sé que costaba decir que era ahí, pero al parecer nadie lo sabía.
El proceso fue lo más rápido del mundo. No estuve ahi más de 10mins. Asi que decidí emprender otra aventura, me iría al Parque del Este a renovar mi cédula.
Finalmente quiero culminar diciendo que no importa lo que mi mamá me haya dicho del centro, hoy reafirme lo que ya creía, tampoco es como para ir vestido mal e ir corriendo. Además de ello, recordé y experimenté repetidas veces que el venezolano siempre te ayuda, hoy me encontré con muchos buenos ejemplares del venezolano común, dispuesto a ayudar, de buen humor, que no sabe nada de direcciones y que cuando dan una, siempre hablan de “el edificio verde” o “cien pasos más arriba, más o menos”. Disculpen que aúpe esa actitud, pero me parece tan venezolana como unas arepas con caraotas refritas y queso rayao’, así que no puedo evitar reírme de eso y decirles que:
No me importa que las calles estén sucias, que los políticos sean unos ladrones y que nadie termine de hacer nada por mejorar la situación, sea como sea:
Amo a Venezuela y a su gente.
Victoria B.
Por curiosidad..entre a este blog...y al ir leyendo poco a poco lo escrito por Victoria..fue secuestrando mi atenciòn..felicitaciones..es la mejor narraciòn de la aventura..q se puede vivir a diario por estas calles..de nuetro amado pais..es la autencia caracteristica del venezolano..y estoy de acuerdo..Amo a venezuela y a su gente...
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