Empecé a caminar más rápido aún, lo alcancé justo cuando terminamos de cruzar una calle. Al principio me vió con mayor extrañeza que todos los demás a los que les había preguntado, lo entiendo, digo, que una muchacha te aborde en medio de la calle, no es el común denominador de todos los días (o al menos eso digo yo).
El sí sabía hacia donde estaba la antigua sede del Banco Caribe (actual edificio del CNU) y SÍ sabía que NO estaba parado en la parroquia catedral. Me dijo muy a lo venezolano “En esa esquina del edificio verde, cruza y sigues pa’ arriba, por ahí cualquier persona sabe donde estaba el Banco Caribe. Igual tu metete por la avenida universidad”.
La dirección no fue la más clara que me pudo dar, pero fue la primera persona que me ayudó verdaderamente en todo el día, le di unas inmensas gracias y agarre hacia el edificio verde para empezar a caminar para arriba.
Ok, llegué arriba, ¿ahora qué? Una vendedora de una tienda me dice “Guenas, a la orden” y yo le respondo “Bueno, de aquí no quiero nada, pero, ¿me puedes ayudar con una dirección?” después de verme con cara de desprecio, accedió. Le dije, no supo y me mando a volar, pero justo al lado de ella había otro muchacho que también trabajaba en la tienda que sí se tomo la molestia de ponerse a pensar y de preguntarle a las otras dos que trabajaban ahí (por eso yo digo que siempre hay que preguntarle a los hombres, las mujeres son unas amarguetas). Solo una sabia hacia donde estaba el ACTUAL edificio del Banco Caribe, me conformé con esa dirección, si lo encontraba, ellos me dirían dónde estaban situados antes. Agradecí nuevamente y seguí mi camino. Casi me mató una moto saliendo de ahí, el muy desgraciado venia en contravía, solté una cuerda de improperios, me serené y seguí caminando.
Encontré el cartel de la avenida Universidad, “vamos por ahí pa’ dentro” me dije. A mi izquierda la estación de metro de la Hoyada, “ya sé al menos adónde regresarme en caso de no encontrar nada.” Empecé a caminar, pregunté a un manguero en la esquina, me dijo que entrara por esa calle. Yo entré, encontré un enorme banco –del cual no recuerdo su nombre- pero no era el Banco Caribe, y en vez de preguntar ahí adentro, opté por preguntarle al señor del kiosco que había enfrente, me dice “Es la calle de atrás a esta, sigue por aquí, cruza a la derecha y vuelves a cruzar a la derecha. Ahí vas a encontrar el edificio del CNU”. Mis gracias fueron tan insistentes que el señor me terminó diciendo que me tranquilizara al tiempo que me deseaba suerte.
Por fin estaba cerca, por fin alguien sabia adónde me dirigía. Agarré mi rumbo siguiendo las direcciones. Finalmente llegue a la esquina Dr. Paúl. Reconocí el lugar inmediatamente, SEÑORES, ¿CÓMO NO SABÍAN DONDE ESTABA LA ESQUINA DR. PAÚL? Por dios, es una de las más próximas a la casa del libertador. Me eche a reír yo sola, sorprendida de la falta de conocimiento en direcciones concretas de nosotros los venezolanos, al tiempo que pensaba “si me hubieran dicho que está cerca de la casa del libertador, llego más rápido… debí preguntarle a mi mama cómo llegar, ella me lo habría dicho…”.
Caminé esa cuadra en búsqueda del edificio del CNU, vi a mi derecha el Banco Caribe, pero en todo eso no vi nada del CNU. Terminé la cuadra y empecé la próxima “Esquina Salvador de León”, decía. “¿Esas eran las dos esquinas que delimitaban mi paradero, ¿Cómo es posible que no lo haya visto?” me di la media vuelta. Finalmente, se me ocurrió preguntar en ese enorme edificio que no tenía nombre. El señor me dijo que sí, afirmativamente, ese era el edificio del CNU, pero que atención al cliente era cruzando en esa cuadra, al lado de el Castillo. “Igual ya se fueron a comer, abren de nuevo a la 1” –me dijo- “¿y qué hora es?” pregunte evitando sacar a Rodolfo (mi celular) para ver la hora. “Son las 12.10”. “Gracias señor” preferí ir a encontrar a donde tenía que ir luego de la hora de almuerzo, no encontré nada ahí. Igual decidí irme a comer. Ahí estaba la cachapera que yo recordaba con las mejores cachapas desde… siempre.
Hoy descubrí, que no son tan buenas. No sé si es que desmejoraron en calidad o que simplemente me había engañado toda mi vida.
Terminé de comer con 15 minutos de sobra. Me senté en la plaza a matar tiempo mientras veía burbujas flotar en el aire, reluciendo con los rayos del sol que traspasaban los arboles, se veían realmente hermosas ‘foto mental’, pensé. Me divertí viendo a los niños que jugaban a explotar las mismas buebujas, reían constantemente. Que divertido era ser niño, te divertías con todo.
Son la una, me levanto, agarro rumbo, busqué de nuevo siguiendo las indicaciones. Yo estoy ciega, ahí no había nada. Volví al edificio principal, llegué con mi mejor cara de rubia tonta. Entro al edificio por las escaleras de bajada que eran las que se veían más abiertas al público.
No había bajado ni la mitad de las escaleras cuando un muchacho que viene subiendo -que me vio fijo desde que entre- me dice “no es aquí”. ¿Cómo sabe el que no es aquí? ¿Cómo sabe a dónde voy? “Pero esto no es el CNU?”, le replico. “si, pero atención al público es en la otra calle” e hizo ademán de que subiera las escaleras, al llegar arriba me dijo que igual no estaban abiertos, que abrían a la una. Le dije que ya eran la una. Y me dice: “bueno, aquí, cruzas a la derecha”, “por la farmacia” –digo, haciéndome de la que se me esas calles #siestabien- y el “Si, si. Bueno por ahí, unos…. Mmmmmm… cien pasos más arriba, vas a encontrar la entrada, es una entrada chiquita, es al final de eso” no pude evitar echarme a reír “¿Cien pasos? –sigo riéndome- ok, no, un punto de referencia, por favor” -le dije-, “bueno en verdad no se qué tiendas hay por ahí”. Yo le digo “bueno, grandes, en esa cuadra están El Castillo y General Import” y el “¡¡Ahí mismo, entre esas dos es!!” Volví a ir, la única entrada –para nada pequeña- que había era al edificio ‘Seguros Caracas’ y ahí mismo era. No sé que costaba decir que era ahí, pero al parecer nadie lo sabía.
El proceso fue lo más rápido del mundo. No estuve ahi más de 10mins. Asi que decidí emprender otra aventura, me iría al Parque del Este a renovar mi cédula.
Finalmente quiero culminar diciendo que no importa lo que mi mamá me haya dicho del centro, hoy reafirme lo que ya creía, tampoco es como para ir vestido mal e ir corriendo. Además de ello, recordé y experimenté repetidas veces que el venezolano siempre te ayuda, hoy me encontré con muchos buenos ejemplares del venezolano común, dispuesto a ayudar, de buen humor, que no sabe nada de direcciones y que cuando dan una, siempre hablan de “el edificio verde” o “cien pasos más arriba, más o menos”. Disculpen que aúpe esa actitud, pero me parece tan venezolana como unas arepas con caraotas refritas y queso rayao’, así que no puedo evitar reírme de eso y decirles que: