Hace poco más de una semana, mi mejor amigo regresó de un
mes de vacaciones. No voy a contar de la obvia necesidad que tenía de verlo, sino
de algo que el me transmitió al volver.
Resulta que se fue a España. Pasó un mes allá, viajo por el
país y... y se enamoró.
Se enamoró como todos los que pisamos suelo español. Se enamoró
del país y de su gente. De las costumbres, de las palabras, del acento, de las
calles, de la cordialidad, de todo. Volvió diciéndome “Me quiero ir a vivir a
España”.
Y es que es así. Uno anda por caminando por allá y de
repente siente “Este es mi lugar. Yo debería estar aquí... por siempre.” Y sale el que te dice ¿Cómo vas a dejar tu país?
O que ¿Por qué te irías a un país que está rejodido por la crisis? Y tu piensas
‘no me importa la crisis, no me importa cómo estén, no me importa no sea mi
país, jamás otro que no sea Venezuela lo será… pero lo siento apto para mí. Siento
que allí encajaría, que allí no me verán como bicho raro, que podría
evolucionar a mis anchas y largas… que sería un lugar donde podría ser
infinitamente feliz.’
Cuando mi amigo regresó y me contó quería vivir allá, fue
como si encendieran un suiche que estaba escondido y engavetado en el fondo de
mí ser. Un suiche había encerrado por allá para olvidarme de su existencia.
Porque aunque poco conté de eso por aquí, mientras estuve en
Inglaterra, mi mamá no hacía sino insistirme para que presentara la
selectividad española y me quedará a vivir allá, en España. Yo decía que no,
que mi alma mater era la UCV y que no estudiaría en otro sitio que no fuera
esta universidad. (Eso sin duda sigue en pie, de eso no me arrepiento en lo más
mínimo)
Al regresar total de Inglaterra, recordé lo que era Venezuela.
Recordé todo lo que yo había decidido olvidar e idealizar mientras estuve
fuera. El caos. Y de repente me entró
una depresión absoluta. Me odiaba por haber rechazado quedarme en mi España
querida. Me odiaba porque me sentía en un limbo: no era de aquí, no era de
allá, no era de ningún lado. Me odiaba porque había rechazado lo que seguro
había sido una de las mejores propuestas de mi vida.
Con el tiempo todo fue pasando. Sobre todo pasó más aún en
cuanto empecé la universidad y no sólo tenía material de interés para ocupar mi
mente; sino que era un material que me encantaba. Estaba fascinada con mi
carrera (y todavía lo estoy), entonces decidí olvidar cualquier idea de que
haberme quedado en España habría sido mejor. Decidí abordar el tema y esconder
el suiche para que no fuera un tema perenne que me atormentara en la cabeza. Lo
escondí por mi bien y por el bien de quienes me rodean.
Hoy por hoy, solo estoy recordando aquella época, en la que
soñaba con irme para allá y vivir en un lugar que sabía me tomaría de brazos
abiertos. Hoy dejé el suiche a la luz, solo por un rato, porque soñar es
gratis, y porque esa ilusión me encanta. De todos modos, hay otros planes tengo
hace mucho y que no he abordado, planes que me facilitarían el que si algún día
quisiera irme, podría hacerlo. Planes que espero poder cumplir… son de esas
cosas que cuadra uno a largo plazo y que piensa con una sonrisa en la cara.
De momento solo estoy soñando de nuevo con las calles de Madrid.
Pero creo me toca verlo así, sólo como un sueño.
Victoria B.
Querida, no habré salido nunca de Venezuela, pero estoy seguro que muchos tenemos ese suiche, a la espera de ser encendido, aunque sea para soñar. Por ahora, te dejo una cita: "The road remains wide open while your dreams are still alive. Only fear can block the way."
ResponderEliminarCheers!