jueves, enero 06, 2011

Cálido como el sol.

Debían hacer unos 5 grados afuera y una sensación térmica de 2 o 3. Y ahí estaba yo, y ahí estabas tú, ahí estábamos los dos: en el frío de la calle. En un rincón, en una esquina que hicimos nuestra. Allí, dónde el frío no me importaba porque tus besos me hacían olvidarlo todo.
Sentía tu cuerpo tan cercano al mío, y como en otros tiempos, usábamos ese contacto para tomar calor el uno del otro.
Eran tus manos cálidas sobre mis brazos y sobre mi espalda descubierta, cuando me abrazabas tratando de darme calor. Pero tus labios... Tus labios fueron mi delirio, tus labios me hicieron aguantar el frío inclemente. Tus besos, tus besos me hicieron olvidarme de todo. Tus caricias tiernas, tus mejillas rosa... más rosas que nunca, era un rosa intensificado con la pasión de nuestros cuerpos. Era tu voz, tierna y dulce, acogedora y confortante, como una brisa fresca en medio de un seco verano de 40 grados. Esas palabras que me sabían a miel. Y mis ganas, sí, mis ganas de tenerte entre mis brazos, de sostener ese momento con todas mis fuerzas, sujetarlo con todos y cada uno de mis dedos prensándolo, pero con suavidad, sin querer romperlo ni dañarlo, así, cual nudo de corbata, deseando que nunca se escapara, quedarme allí por siempre entre tus brazos, junto a tu pecho, con tu aliento rozando mi cabello, e imaginando que el frío que me azotaba y que se colaba bajo mi falda, no existía.
Fue esa voz dulce y acogedora, la que me dijo al tiempo que me tomaba de la mano 'Te estás helando, entremos'. Y yo, en parte agradeciendo la invitación, me aferré a tú mano y te dejé guiarme adentro, dónde el bullicio de la gente y la música no permitían mucha conversación y que nos cortaba sabiendo de todos aquellos pares de ojos que nos miraban tratando de entender, juzgar y cotillear. Allí dónde algún beso fortuito se nos colaba de cuando en vez. Sabiendo que las ganas del uno por el otro, eran incontenibles, pero que debido a la situación y al entorno, debíamos mantenernos a raya.
Y fue así cómo el momento se me escapó de las manos, sin dejarme fecha alguna de cuándo podría volver. Con la incertidumbre de si aquél momento fue real o no. Con la duda de si sólo vivirá para siempre tan solo en mí memoria.


Victoria B.
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