Tú me has enseñado muchísimas cosas con tu aparición en mi vida.
Me has enseñado que los estándares están para ser cambiados,
que todo el mundo tiene algo que ofrecer y que enseñarte. Que debo aprender a
ser valorada, que merezco ser valorada por quién soy y cómo soy, que no debo
intentar amoldarme a los demás para que me acepten en sus vidas.
Me has enseñado que hay que apreciar lo que se tiene y
aprovechar las oportunidades cuando están; porque el día de mañana, cuando
menos te lo esperes, se desvanecerán, ya no estarán a tu alcance y no quedaran sino
arrepentimientos.
Que los vacíos quedan cuando se apreció lo que se tuvo y que
por más grandes que creamos que son, siempre van desapareciendo. Que ningún abismo
dura eternamente en nuestros corazones, pues el tiempo, los va llenando con
múltiples y dichosas razones para sonreír.
Tu presencia me ha dejado que las diferencias no necesariamente
son motivo de discordia, que se pueden subsanar cuando ambas partes están de
acuerdo en aceptar y en trabajar por lo que se quiere y así resaltar los otros muchos puntos en común.
Me has enseñado que puedo ser feliz. Que puedo ser feliz sin
encontrar peros que me limiten, sin buscar ataduras en otros puertos ni anclarme a otras orillas. Que la felicidad depende sólo de mí y podrá estar a donde
quiera que yo vaya mientras así lo desee.
Pero sobretodo, me has enseñado que por más rudas que sean
las despedidas, por más difícil que pueda ser dejar ir, nunca debemos privarnos
de las experiencias, que no debemos tener miedo y solo pensar en el fin. Porque
vale la pena, vale la pena por los momentos vividos, que dejarán hermosos
recuerdos dignos almacenar en nuestras memorias, y porque sin todas las
diferentes experiencias, cosas como estas, no las aprenderíamos jamás (o quizás
si, pero mucho mas tarde).
Victoria B.
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